Plutón y Creonte
El
cosmonauta Antonio no dejaba de girar el telescopio. Caronte, la
gran luna de Plutón, sólo mostraba una cara al planeta, durante
años se había creído que era la única luna de Plutón, hasta que
empezaron a descubrir las lunas a pares, Hidra y Nix en el 2006 y
cinco años después Kerberos y Styx,
A
Natacha, la astrofísica, le había sonado el móvil y cuando acabó
de hablar, parecía un manantial inagotable de lágrimas.
- ¡Pobre
Pluto! Se habrá perdido buscando sus pelotas. ¡No puede ser que
haya desaparecido!.
Antonio seguía mirando al infinito y le tendió un paquete de
pañuelos. Ella cogió varios, secó las lágrimas y se limpió
sonoramente la nariz, no cesaba de hipar.
-
Todo, porque en su camino orbital, los satélites se le pegaban como
si fuesen pelotas adherentes y no supo limpiarlos de forma mágica
-prosiguió hablando consigo mismo- Yo me disgusté muchísimo
cuando en el 2006, mi amigo el astronauta Tancredi, propuso que le
rebajaramos a planeta enano.
Laura
se acercó a Natacha y trató de consolarla.
-
Me hubiese gustado conocerlo, aunque me producen alergia.
-
¿Alergia? -preguntó Antonio- Solo le has visto en fotografía.
-
Sí, -dijo Laura- en una de ellas, estaba jugando con sus pelotas.
-
¡Vaya! No sabía que Plutón se dedicara a jugar con pelotas -Pedro
estaba perplejo- He leído que su duración en el mapa ha sido de 76
años. Es que no somos nadie.
-
¡Qué barbaridad! -dijo Natacha- No hay ninguno que llegue a tanta
edad.., aunque tengan varias vidas. Se nota que no los conoces
mucho.
Mariano
continuaba con la nebulosa verde en los ojos, la doctora Rosmar se
había ido al laboratorio para seguir analizando el mojo picón y
traerle, no se sabía qué pócima, para quitarle las alucinaciones.
Él se entretenía haciendo juegos malabares con dos pelotas de
tenis que, naturalmente, no veía y caían al suelo. Laura
se inclinó hacia él y trató de coger una pelota que se le había
caído, la pelota verde se interpuso en su mirada hacia el canalillo
de la bata.
UN ASUNTO DE PELOTAS
-
¡Buah, buah, pobre Pluto! -Natacha no dejaba de llorar- ¿Qué hará sin sus pelotas?
-
¡Mujer, no te pongas así! -dijo Antonio- Aunque sean pequeñas,
seguirá teniendo las cuatro, no todos tienen tantas.
- A mi no me mires -dijo Pedro- yo tengo las justas.
Mariano
bajó la mirada, comentó en voz baja.
-
¿Se me habrán puesto también verdes?
-
¡Eso es bárbaro! -dijo Laura- Cómo me gustaría verlas..,
-
Cuando quieras...,
-
¡Tiene mojones! -dijo Pedro- Lo que hacen algunos para que se les
preste atención. ¿Dónde se habrán metido los demás?
-
Tienes razón -contestó Antonio- Mister Polen nos prometió una
juerga y aquí estamos todos llorando.
A
Mariano le empezaron a temblar las piernas cuando vio que entraba la
doctora llevando una cucharilla en una mano y un frasquito con un
tapón de corcho, en la otra, se dirigió adonde estaba sentado
Mariano.
-
No te preocupes, solo te haré unas preguntas – repuso ella-
¿Cuando comenzaste a ver verde?
-
Fue después de cenar en un restaurante. Mi churri, siempre dice que
estoy de buen ver, pero que no me vendría mal adelgazar unos kilos,
así que pidió para los dos: guisantes de lágrima, sobre nubes de
rábano, con polvo de jamón.
-
Eso sería muy sano. ¿No? -observó la doctora mientras le limpiaba
el ojo con un palito de algodón que exprimía en la cucharita y
después lo vertía en el frasquito.
-
Sí, sí, el polvo de jamón era casi invisible y las lágrimas de
guisantes se me cayeron sobre las nubes de rábano, cuando me
trajeron la factura.
-
Así pues, estas lágrimas son por tacaño. No son por el mojo
picón que te cayó en los ojos.
-
¿Rácano, yo? Hubiese necesitado una lupa para poder ver la
cantidad de comida.
A
Mariano se le caían gruesos lagrimones, no se sabía si era al
recordar la factura o por efecto del picor. La doctora repetía una
y otra vez la operación de retirarle las lágrimas con un
bastoncillo que exprimió. Sacó otro frasquito y se acercó a
Natacha.
-
¿Puedo saber, por qué lloras tú?
-
Llora por la desaparición de Plutón -dijo Antonio- Cuestión de
pelotas, a unos les sobra y a otros les faltan.
El
telescopio giró sin control, la astrofísica rompió a llorar
descontroladamente, la doctora Rosmar trataba de serenarla, no podía
recoger tantas lágrimas.
-
Tranquilízate mujer, ya verás como se dan cuenta de su error en
la NASA y le devuelven su categoría.
Entre
hipo e hipo, Natacha acertó a decir.
-
¡Yo no lloro por Plutón, es por Pluto mi gato! Ha desaparecido y
se dejó las pelotas con las que le gustaba jugar. ¡Buaah!
-
Ya le he dicho que se habrá ido a dar un garbeo, como dicen los
españoles. Apuntó Laura.
En
ese momento sonó el teléfono de Natacha y escuchó atentamente,
dejó de llorar. La doctora se había alejado unos pasos de ella y
se acercó de nuevo, cuando vio que una sonrisa se extendía por su
cara.
-
¡Acaban de decirme que le han visto dentro de una nave
aeroespacial!
Natacha
se puso a llorar otra vez, no se sabía por qué y la doctora Ros
sacó otro frasquito, al que le puso una nueva etiqueta.
-
¡Qué maravilla! Nos haremos ricos - dijo enigmáticamente- Nada volverá a saber como antes.
Rosmar (R.J.M/20.6.13)